Pararse a oler las rosas

Miro la foto y pienso: qué flores tan bonitas. Aunque tengo que reconocer que, al principio, fueron para mí tan solo un estorbo,  un obstáculo, que me vi obligado a apartar de mi camino, de un manotazo. Al fin y al cabo,  yo estaba corriendo por la montaña, y no me podía entretener oliendo florecitas, tenía un objetivo que cumplir.

Pero las muy puñeteras, presumidas como todas las flores, no se resignaron a mi desplante, así que decidieron llamar la atención pellizcándome la nariz con un olor familiar: a infancia, aderezado con unos toques de optimismo y felicidad pasada, verano y nostalgia (todo eso).

Así que no tuve más remedio que parar en seco y volver sobre mis pasos a admirarlas, y entonces sí, aprecié su delicada estructura, su frágil belleza y su evocador aroma.

Estuvieron ahí todo el tiempo, pero yo me marchaba sin hacerles caso.

Ay, cuántas cosas nos perdemos por ir corriendo por la vida. Si lo único que todos tenemos claro es lo que hay al llegar a la meta, ¿qué sentido tiene?

Qué ciegos estamos a veces, aun viendo perfectamente.

Un comentario

  1. 76sanfermo · abril 1, 2016

    Momento muy introspectivo y poético….
    Tienes razón , cuantas cosas nos perdemos por prisa o por desatención , siempre corriendo hacia esa meta que nunca alcanzamos …

    Le gusta a 1 persona

Deja un comentario