El visionario

Gruůt se quedó mirando fijamente la roca plana que yacía a sus pies. La cogió, y de forma instintiva se la acercó al oído. Después, sin saber muy bien porqué, pronunció timidamente el nombre de Roøt, que había partido hacía ya muchas estaciones hacia las fértiles tierras del sur, para convertirse en recolector. Por un instante estuvo convencido de que la profunda voz de su hermano saldría de aquella roca, y se emocionó al pensar en lo maravilloso que sería que existieran rocas capaces de hacer eso. Y entonces, ocurrio: en lo que dura el resplandor de un rayo durante la tormenta, un torrente de imágenes de un mundo luminoso y fantástico poblado por seres iguales a él, pero al mismo tiempo, muy distintos, explotaron en su imaginación en una sucesión de flashes que expandieron su mente más allá de lo imaginable. Y como si esto hubiera sido la chispa que inicia el fuego, cientos de ideas, de utensilios, de invenciones empezaron a brotar dentro de su cabeza, ingenios de los que hablaría al jefe de la tribu y que harían la vida de todos mucho más fácil. Un antes y un después. El inicio de una nueva era. Y entonces, lo aplastó un mamut lanudo.

Un comentario

  1. Gi · noviembre 5, 2018

    Que vuelvan los mamuts 🙏

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