Los achaques de doña Marujita López

A doña Marujita López le dolía la pesícula, la reumatosis, las rodillas, el esmótago, los huesos y el corazón. Su marido, los médicos, las enfermeras y las cajeras del Mercadona, la comprendían, y se interesaban por ella, y las vecinas pasaban por su casa a ver cómo le iba, y la mimaban, le traían bombones, y mientras tomaban café, le reñían con cariño por hacer las labores del hogar con todo lo que llevaba encima, y la ayudaban con la comida, la colada y la limpieza, y le proponían remedios estrambóticos e infalibles que la hacían sonreir, porque a Marujita lo que más le aliviaba era orar. Por eso, todos los dias, doña Marujita López caminaba trabajosamente hasta la iglesia más cercana y le rezaba a la virgen, a los santos, a los ángeles, a los arcágeles, y hasta a Adán y Eva. Eso sí, después del Padre Nuestro, el Ave María, el Credo, la Salve y el Yo Confieso, doña Marujita López, hablaba directamente con Dios, y entonces le pedía, le rogaba, le imploraba y suplicaba siempre lo mismo: salud para todos (menos para ella).

El Corte Jurásico

Y cuando desperté, el dependiente de El Corte Jurásico, un tal Monterroso López, seguía allí, erre que erre: «¿Puedo ayudarle? ¿Le saco alguna tallita?»… ¡Después de haberle dicho mil veces que sólo estaba mirando! Pero lo que acabó con mi paciencia, es que estando yo tan tranquilo probándome un jersey de cuello vuelto de lana de Triceratops, se acerca el fulano y me susurra al oído «deje que le ayude, porque con esas manitas, nos va a dar aquí el Cretácico, y cerramos en cinco minutos». Así que lo aplasté de un pisotón, me lo comí y le eché las sobras a los pterodáctilos. No me escondo, sí, lo hice y lo volvería a hacer.

Califrostis azules del Perú

—A ver niños, como vuestro padre y yo estamos hartos de vuestras manías, hoy para cenar hay DE TODO. Bueno, de todo menos califrostis azules del Perú, porque sólo crecen en la cuenca del Orinoco durante el solsticio de invierno, siempre y cuando Júpiter esté alineado con Marte, Venus, la Tierra y el cometa Halley, lo que no ocurrirá hasta dentro de 700 años.
—¿Que no hay califrostis azules del Perú?¡Jo mamá, justo lo que yo quería!
—¡Y yo!¡A mí solo me gustan los califrostis azules del Perú!
—¡Queremos califrostis azules del Perú! ¡BUAAAAAAH!

Las cosas de Pæcörg y Marůhărg, dioses menores.

—Cari, he ido a la Tierra a hacer unas abducciones para la cena, y hacía un calor infernal. Los muy animales se las han ingeniado para estropear el termostato.
—Pues yo no pienso bajar a arreglarlo, ¿eh?, que la Tierra es tuya. Bastante tengo yo con mis mundos como para ocuparme de los tuyos. Mira Pæcörg, lo mejor es que cries una especie nueva y la introduzcas, aunque lo más probable es que los Sapiens acaben con ella en unos pocos cientos de años, ya sabes cómo son. Oye, ¿por qué no pruebas a evolucionar cucarachas, como mi hermano? En sólo 70 millones de años, ha conseguido que pesen 90 kilos y tengan un ligero retrogusto a Neandertalensis. ¡Ah, qué ricos estaban! Qué pena que a TU tío Ånsělmörg se le fuera la mano con los pelirrojos telépatas de voz angelical y carne dulce, sabor a ambrosía, y se comiese a la última generación antes de que le diera tiempo a reproducirse. Tu familia siempre ha sido una ansiosa y una sádica, Pæcörg, las cosas como son. No como la mía, que siempre ha practicado el consumo reponsable y lleva milenios intentando procurarle el menor dolor posible a las especies durante el sacrificio. Y, por supuesto, ya no les introducimos sondas anales durante las abducciones. Es una salvajada. Así nunca llegaremos a ser dioses superiores, Pæcörg, por el amor de Gröt.
—Pues no me da la gana Marůhărg, los insectos no me gustan, me hacen bola. Y deja de compararme con el sabelotodo de tu hermano. Mira, ¿sabes qué? Voy a llamar a la empresa de exterminio, voy a contratar el lanzamiento de un meteorito letal que provoque una extinción masiva, como la última vez, y a tomar por prûskin todo. Que las especies que sobrevivan, evolucionen por su cuenta. ¿Que no? Madre mía, te digo yo a ti que sí.
—Claro, claro, seguro que esta vez te funciona, a la vista está que lo de acabar con los dinosaurios porque al señorito le sabían todos a pollo, fue un exitazo. Mira, haz lo que quieras, pero ahora déjame, que tengo que ir a recolectar unos midiclorianos para la tarta de cumpleaños de las gemelas y antes tengo que poner dos lavadoras.

El monstruo de corazones

Esta mañana Diego ha insistido en que fuera yo el primero en sentarme frente al portátil. ‘Qué raro’, he pensado, por lo general me toca en el segundo, en el tercero, o directamente en uno de los turnos más divertidos:

– el no turno

– el turno ‘sí pero no’

– el turno ‘teoría de la relatividad’, donde el tiempo transcurre de modo distinto para mi hijo, que para mí y donde cinco segundos en su planeta pueden ser, perfectamente, 40 minutos de los de la Tierra.

Si le preguntáis a mi mujer os dirá que ese turno lo sufre ella precisamente cuando estoy yo en el ordenador, aunque ella lo llama el turno ‘un segundito, y voy’. Qué exagerada.

Pero no, hoy Diego me ha guiado él mismo hasta el ordenador y se ha quedado muy calladito y parado a mi lado, a la espera de que yo levantara la pantalla… Y entonces, ha ocurrido: encima del teclado ha aparecido mi regalo del Día del padre.

A ver, tengo que reconocer que, a pesar de tener una mente abierta, al pronto no entendí muy bien el concepto del dibujo, así que le pregunté directamente:

YO: ¡¡Qué bonito Diego!!… Ehmmmm. ¿Qué es?.
DIEGO: Pues un monstruo de corazones, papá ( ¿¿¿pero hombre, no es obvio???)
YO: ¿Y qué es eso que lleva en la mano? ¿Un arma de destruccion masiva?
DIEGO: No lo sé.

Y yo me quedo un poco loco, porque lo ha dibujado él mismo, y aún así no sabe lo que es. Pero bueno, así son los artistas. Su arte, ha trascendido su ser y se ha ejecutado automáticamente en el papel, como un pintor bohemio hasta las cejas de absenta.

Un ‘monstruo de corazones’. Oye, pues como concepto es bonito, pero si no fuera por los mensajes claros de amor paternifilial que ha plasmado en el papel con profusión de signos de exclamación, tú lo miras bien y perfectamente podría tratarse un Invizimal o un Zombling a punto de arrearte un zurriagazo con su chisme mortífero para luego comerte las entrañas. En plan Saturno devorando sus hijos, pero al revés. Y hombre, también hay que reconocer que mucho tiempo en su ejecución tampoco es que haya invertido, pero bueno, esos tres minutos que ha estado dibujando su monstruo de corazones con su chisme que no sabemos lo que es porque como ya hemos estado comentando, el arte trasciende la razón, ha estado pensando en mí y no en el Minecraft.

Y donde vosotros veis unos garabatos, yo veo una obra de arte de valor incalculable, que no se puede comprar ni vender, porque las obras que se guardan en el museo del corazón no tienen precio.

Lo sé, lo sé, esto último ha sido tan cursi que seguramente haya provocado que todos los unicornios alados del país de la piruleta estén vomitando arco iris como locos. Pero estas cosas a mí, qué queréis que os diga, me dan la vida y voy a guardar ese dibujo como lo que es: un tesoro.

Corazón Roto

Mi cuento ‘Corazón Roto’ ganó hace un tiempo el concurso semanal de microrrelatos que organizan el programa ‘Wonderland’ de Radio Nacional de España- Radio 4 y ‘L’Escola d’Escriptura’. Lo podéis leer a continuación :

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Siguiendo la dinámica del concurso grabé el cuento, que fue emitido en la sección del programa L’Art d’escriure. Lo podéis escuchar pinchando en el enlace, a partir del minuto 30:10. Después de mi lectura (¿Esa es mi voz?) Jordi Muñoz, director de l’Escola d’Escriptura lo analiza. Para mí, ese análisis es el gran premio de ganar este concurso. ¡Espero que os guste!

Hermosos y mágicos

Suspiró y recogió dos platos. El tercero seguía delante de su hijo. El pequeño Alicornio se había negado rotundamente a cenar alfalfa hervida y ella había sido tajante: no se levantaría de la mesa hasta que se la hubiera acabado.

Estaba tan cansada… Ese mismo día Pegaso, su marido, había vuelto del trabajo con las pezuñas llenas de barro dejándolo todo perdido. Aún espera una disculpa. Desde luego, no es fácil la vida de una unicornio ama de casa.

Ah… Cómo le gustaría ser un Humano, esos seres hermosos y mágicos de los cuentos.

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Microrrelato ganador del Concurso de microrrelatos organizado por Babelia, el suplemento cultural del el períódico ‘El país’:

http://cultura.elpais.com/cultura/2014/07/15/babelia/1405417666_482059.html

Mensaje para mi yo de 1981

Toni, ¿sabes las lentejas de mamá? Sí hombre, las que odias a muerte. Si cuando llegas a casa del cole y preguntas «¿qué hay de comer?», la respuesta es un escueto «comida» ya sabes que las legumbres se ciernen sobre ti, como oscuros nubarrones. Y, ojo, si no te las comes a mediodía, ya sabes lo que hay para cenar… Pues no te lo pierdas: las vas a añorar. Y de mayor, cuando los domingos después de comer con tus padres te lleves contigo los preciados tuppers con lentejas (tuppers son fiambreras, es que en el futuro nos gustan más los extranjerismos que a un tonto un lápiz) te los comerás con los ojos cerrados, que es como se disfrutan las cosas buenas de verdad, (y como se dan los besos de amor verdadero, apúntate esto como truco para saber cuándo llegará la mujer de tu vida. Que siiiiii. Que ahora sólo te interesa leer Mortadelos, ya lo sé, pero llegará el día en que esto será de lo más importante, te lo aseguro). Así que no, no pongas esa cara, te van a encantar las lentejas. Eso es exactamente lo que va a ocurrir.

PD: los coches, en 2017, siguen sin volar.
#MensajeParaElNiñoQueFui

Microfotorrelato. Hoy: El 260

Todas las mañanas, al despuntar el alba, el Sr. López, de profesión, contable, diseminaba meticulosamente 258 pequeños y delicados besos por el cuerpo de su amada. Al volver, como siempre, demasiado tarde, la encontraba ya dormida. El solía entonces añadir uno más, el 259 -en la frente para más señas-, justo antes de recogerlos todos con suma delicadeza, para no despertarla, y con mucho cuidado de no descontarse. Eso, descontarse, le exasperaba. Como esa misma noche, por ejemplo, que ya había contado los besos siete veces, y debía estar muy cansado para fallar tanto en las cuentas -él que había sido nombrado contable del mes durante 15 años seguidos-, porque quitando los besos en las mejillas (siempre había unos cuantos de éstos que no eran suyos) hoy le salían de más. Uno, concretamente. Un apasionado, amorfo y enorme beso en los labios.

El visionario

Gruůt se quedó mirando fijamente la roca plana que yacía a sus pies. La cogió, y de forma instintiva se la acercó al oído. Después, sin saber muy bien porqué, pronunció timidamente el nombre de Roøt, que había partido hacía ya muchas estaciones hacia las fértiles tierras del sur, para convertirse en recolector. Por un instante estuvo convencido de que la profunda voz de su hermano saldría de aquella roca, y se emocionó al pensar en lo maravilloso que sería que existieran rocas capaces de hacer eso. Y entonces, ocurrio: en lo que dura el resplandor de un rayo durante la tormenta, un torrente de imágenes de un mundo luminoso y fantástico poblado por seres iguales a él, pero al mismo tiempo, muy distintos, explotaron en su imaginación en una sucesión de flashes que expandieron su mente más allá de lo imaginable. Y como si esto hubiera sido la chispa que inicia el fuego, cientos de ideas, de utensilios, de invenciones empezaron a brotar dentro de su cabeza, ingenios de los que hablaría al jefe de la tribu y que harían la vida de todos mucho más fácil. Un antes y un después. El inicio de una nueva era. Y entonces, lo aplastó un mamut lanudo.