Cuando te has acostado a las tantas y tu hijo te despierta al amanecer.

¿Sabes cuando…? ¡Si, hombre!, cuando te acuestas un sábado pasadas las cinco de la mañana viendo una maratón de tus series favoritas, te zarandean al poco de haber pegado las pestañas y, durante unos instantes, no sabes ni qué hora, día o año es, ni dónde estás, ni si eres animal, mineral o cosa. Y cuando ya estás esperando oír la voz de tu padre diciéndote aquello de «si eres bueno para trasnochar, también lo eres para ayudar a tu familia a recoger las aceitunas» abres un ojo y ves como tu hijo —que se ha vestido él solo y parece Ágata Ruiz de la Prada—, te dice muy serio: «casi ha amanecido papá, llévame a cazar pokemons que, como tú siempre dices, a quién madruga Dios le ayuda». Y mientras coges media docena de baterías externas, añoras los días en los que te podías levantar al mediodía, y te reprochas no haber hecho más énfasis en enseñarle a tu unigénito aquel dicho de «no por mucho madrugar amanece más temprano» y resignado te apuntas en la agenda mental, capítulo ‘fundamentos educativos aplicados sobre la marcha’: «cuidado con el uso de refranes populares, pueden ser utilizados en tu contra».

4 comentarios

  1. yoanamalaga67 · octubre 19, 2016

    Como siempre, perfectísimamente narrado… casi que me ha vuelto la sensación esa a la mente de un flasback perfecto, a pesar de que mi hijo hace años que pasó la edad de despertarme a esas horas…. o no exactamente, la verdad, porque me despierta cuando vuelve a casa de sus propias maratones de loquesea… XD un beso de progenitora identificada. ❤

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  2. torpeyvago · octubre 19, 2016

    El año pasado me hicieron una foto de un servidor tumbado y dormido en el tresillo a las 21:00 de un sábado. ¡Yo, con lo que he sido! Pero es que pasan estas cosas los sábados por la mañana, después de haberte acostado un viernes a las tantas —y de haber madrugado tanto o más ese mismo viernes— me tuve que levantar bien tempranico.
    Pero eso de verme dormido no es admisible: Me despertaron, estuvieron jugando conmigo, nos fuimos a la cama a las tantas, me tuve que acostar con uno de ellos, con el otro mi mujer, que compartimos insomnios, me levanté en mitad de la noche helado y casi fuera de la cama y me fui para la mía, y, cuando por fin entré en trance meditativo profundo, me despiertan unos pies descalzos por el pasillo, apenas apuntaba el amañanar.
    Qué identificado me siento —y si puedo me tumbo—, y qué bien lo has contado, ¡leñes! que todo hay que decirlo.

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  3. yonsondelacierva · octubre 19, 2016

    Como senota quehay mucho lerele y poco lirili. Felicitaciones.

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  4. Francisco J. Martín · abril 21, 2018

    Jajaja los niños tienen la «virtud» de aplicar los mensajes de la forma más insospechada posible. Saludos!

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