Suspiró y recogió dos platos. El tercero seguía delante de su hijo. El pequeño Alicornio se había negado rotundamente a cenar alfalfa hervida y ella había sido tajante: no se levantaría de la mesa hasta que se la hubiera acabado.
Estaba tan cansada… Ese mismo día Pegaso, su marido, había vuelto del trabajo con las pezuñas llenas de barro dejándolo todo perdido. Aún espera una disculpa. Desde luego, no es fácil la vida de una unicornio ama de casa.
Ah… Cómo le gustaría ser un Humano, esos seres hermosos y mágicos de los cuentos.
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Microrrelato ganador del Concurso de microrrelatos organizado por Babelia, el suplemento cultural del el períódico ‘El país’:
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/07/15/babelia/1405417666_482059.html
Me encantaaaaaaaaa. Yo quería ser alicornio de pequeña, pero veo que no es ningún chollo.
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Simplemente fantabuloso!
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¿Es que en la tierra de los unicornios no tienen lavavajilla? ¡Qué desilusión!
En serio, derroche imaginativo, oiga.
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