Los columpios: esas máquinas infernales

A mí, de pequeño había cosas que me alucinaban. Cuando movido por un impulso superior a mis fuerzas, cogía las agujas de hacer punto para hacer peleas de espadas con mi hermana, ráuda y veloz acudía mi madre a quitárnoslas vociferando por el pasillo: «¡Os vais a sacar un ojo!».

Y luego, sin embargo, nos dejaban jugar en los columpios.

Los columpios de antaño eran divertidísimos, pero tenían una pequeña pega: estaban diseñados para provocar dolor. En mi época los parques infantiles solían estar compuestos de:

1) La barra de bomberos

10968311_10153021956884564_3399146940326088326_n (1)

PROS:
-En invierno bajabas rapidito, por la ropa. Esa misma ropa paraba bastante bien los golpes resultantes de despeñarse desde todo lo alto.

-Ni cera fría, ni caliente, ni láser ni ná…Tu te tiras por ahí sin camiseta y los pelos a tomar gárgaras…Abstenganse de probar las señoras para eliminar el bigote o igual no pueden volver a sorber la sopa al dejarse el labio superior en la barra de marras.

CONTRAS:
-En verano te dejabas la piel de los brazos y las piernas.

-Caerte desde lo alto y causarte politraumatismos al caer sobre los hierros retorcidos de la base.

-Que te caiga encima el niño impaciente y ansioso que hay en todo parque infantil de antes, de ahora y de siempre, cuando aún no te había dado tiempo a saltar.

-Ponerte nervioso y tirarte sin agarrarte a la barra.

-Arrepentirte al llegar arriba y llorar llamando a tu mamá delante de todo el parque. Hay niños a los que esto les ha costado años de terapia en su edad adulta.

2) El cubo
No hay foto, pero seguro que os acordáis, eran barras horizontales y verticales cruzadas. Una especie de castillo minimalista.

PROS: parecía un laberinto. Estímulo de la percepción espacial.

CONTRAS: como te cayeras en la parte de dentro tu madre tenía que hacer contorsionismos para sacarte de ahí.

RE-CONTRAS: si tu madre medía más de 1,45 y pesaba más de 40 kg, era imposible que fuera a socorrerte.Fue la primera prisión de algunos futuros delincuentes.

3) El semicírculo

10952871_10153021956919564_4304919256870884057_n

Un semicírculo en el que te solías colgar de las piernas. Siempre había algun gracioso que te soltaba los pies.

PROS: si buscabas herídas de guerra era lo más rápido y efectivo. Podías conseguir bonitas cicatrices en un plis-plas.

CONTRAS:

-Ver PROS

-¿Observáis el lecho de rosas que aguarda al temerario o torpe que cae del instrumento de tortura éste? Os contaré un secreto a voces…Si os acercáis lo suficiente podréis observar una plaquita que pone: ‘Columpio patrocinado por el geremio de dentistas de España’

4) El tobogán

10985323_10153021956899564_3831025099785489231_n

PROS:

-Versatilidad: puedes subir por la rampa, bajar a lo convencional…

CONTRAS:
-De hierro: te achicharrabas el culo. De madera: tenías que hacer tu todo el trabajo.

-Caerte de las escaleras hacias el suelo, ‘usease’ donde no hay rampa.

-Tirarte de cabeza, y dejarte la ídem al final.

-Tirarte sin avisar y llevarte dos o tres niños por delante de los que subían por la rampa ( siempre había alguno), o algún ‘niño observador’ ( ver apartado ‘columpios’).

-Intentar hacer una clavada al caer de la rampa, tropezar y caerte provocando la hilaridad de todos los niños abusones y sus madres.

-Que el tobogán no tenga pasada la ITV.

DRAMATIZACIÓN:

Nene: Mamá , mamá se me ha enganchado la pierna con los clavos oxidados del tobogán y tengo una brecha en los glúteos que se me ve el coxis…¿crees que deberíamos ir al servicio de urgencias?

Madre: hay que ver que redicho y que pedante eres hijo mío, eso con una tirita y un poco de ‘micromina’ se te pasa

5) Los columpios

(los balancines, porque en realidad a todo le llamábamos columpios).

PROS: El aire en la cara, el cosquilleo en el estómago. Subir cada vez más alto.

CONTRAS:
-Esperar la vez. Había un subgénero de niños cansinos que nunca tenían suficiente. Menos mal que eran neutralizados por otro subgénero de niños cansinos que, apalancados en la estructura del columpio, no paraban de preguntar: ¿Acabas ya?¿Acabas yas?¿Acabas ya? Yo he visto verdaderas batallas entre clanes de cansinos, que ríete tú de las luchas de poder entre Ñetas y Latin Kings por el banco del parque de su barrio.

-Los niños observadores. En el parque al que yo solía ir siempre había niños merodeando alrededor de los columpios, observando no se sabe bien qué: una piedra, una mota de polvo, seres imaginarios… Debias tener mucho cuidado porque los niños observadores sentían una fijación enfermiza por cruzarse por delante de los columpios así que sólo era cuestión de tiempo que te llevaras a alguno por delante o por detrás.

-Los temerarios. Se trata de niños-fakir a los que el dolor parecía provocarles placer. Niños que se dedicaban a experimentar con el umbral de resistencia de sus huesos. Y, si no te apartabas a tiempo, con el de los tuyos también. Son el depredador natural de los ‘niños merodeadores’ y de las ‘ancianas despistadas alimentadoras de palomas’.

Y el caso es que todo lo negativo me daba igual. De pequeño -y,ejem, de mayor también- a mi me encantaba ir a los columpios. En mi ciudad los que triunfaban eran los que estaban en el Paseo Ribalta, un parque lleno de palomas. Creo que todos los niños de mi generación tenemos una foto con palomas, por lo general fotos en ‘tomate color’ con los rojos muy subidos. Cuando comenzaron a abrir centros comerciales, se acabo lo ir los sábados al parque y ahora los niños se hacen fotos en la puerta del Raqueful.

Otro parque que triunfaba bastante en Castellón es aquel cuyas fotos ilustran este despropósito de escrito fruto de que, en lugar de ver ‘el parte’, como han hecho los hombres de mi familia durante generaciones, ahora en mi casa, a la hora de la cena se ve Gumball, que me encanta, pero que una vez he visto el mismo episodio 7 trillones de veces, pues cansa un poco, la verdad, y en su lugar, pues me he puesto a escribir. Bueno, pues el parque, en el momento de hacer las instantáneas seguía igual que hace 30 años. Los mismos columpios, las mismas rocas abre-cabezas, pero con una diferencia: las dos o tres veces que me he dejado caer por allí últimamente no había nadie. El sitio estaba prácticamente abandonado. Por que los niños son como Atila, por donde pasan no crece la hierba y aqui ya veis, hay hierba por todas partes. Y es bastante triste, la verdad.

ACTUALIZACIÓN: he vuelto por allí y ahora los columpios son fashion stile, todos de metacrilato, madera y aluminio y ya no recuerdan a los clásicos sino que son híbridos columpio-tobogán-plataforma-obra conceptual con unas palancas para accionar y unos diseños extraños que recuerdan a una nave espacial o a un churro. Y es muy difícil que te puedas romper nada porque ahora en los parques del siglo XXI ponen suelos mulliditos.

trepador-para-parques-infantiles-139322

DRAMATIZACIÓN 2:

Nene:¡Mamá cómo molan los columpios nuevos!

Mamá: Lo sé hijo, nos ha costado encontrarlos, pero ha merecido la pena.

Vigilante del Guggenheim: Disculpe señora…¿Podría bajar al nene de la obra ‘Minerva se toma una horchata’, si es tan amable?

De todos modos, la nostalgia es puñetera y en este caso concreto deberíamos dejarla en evidencia. En mi infancia los parques infantiles se podían contar con los dedos de una mano. Y solían tener todos un cartelito en el que se leía ‘Prohibido subir a los columpios a los mayores de 10 años’. Ya ves, si fueran 10 años de ahora… Pero entonces a los 10 años seguías siendo un crío (yo estuve viendo Barrio Sésamo hasta los 13 años, lo juro), y el cartelito de marras te hacía sentir un delincuente ya desde tu más tierna infancia.

Ahora, hay pequeños parques (aunque creo que ahora los llaman ‘Áreas de integración infantil’) por todas partes…En las plazas, en cualquier rincon, incluso dentro de las propias fincas… Eso sí, todos al sol, que también tiene guasa, pero haberlos haylos.

12 comentarios

  1. Cabo Leeuwin · marzo 2, 2015

    Muy bueno 🙂

    Le gusta a 1 persona

  2. cajadesordenada · marzo 4, 2015

    No dejaré de visitar la obra «minerva se toma una horchata» si voy a Bilbao.

    Le gusta a 1 persona

  3. Heber Rizzo · agosto 15, 2015

    Pues recientemente he podido comprobar, gracias a mis nietos, que:

    1) Todos, todos los niños sin excepción, quieren jugar en los columpios, especialmente si están ocupados.
    2) Que hay carencia (crisis existencial, casi) de columpios. Cada vez son más difíciles de encontrar. Y los peques siempre preguntan por ellos…

    Le gusta a 2 personas

  4. kike · febrero 25, 2016

    Que recuerdos! !!!… magnífica entrada….saludos

    Le gusta a 1 persona

  5. 76sanfermo · febrero 25, 2016

    Me encanta tu escritura…..
    Eres un plato!

    Le gusta a 1 persona

  6. silvestredominguez · julio 10, 2016

    Amigo Tavilac, encuentro refrescantes tus reflexiones sobre los columpios, que es tanto como decir sobre la infancia. Y en esto del balanceo es evidente la nostalgia del mono perdido.

    Le gusta a 1 persona

  7. Letras caninas · diciembre 2, 2016

    😂😂😂😂 qué recuerdos…

    Le gusta a 1 persona

  8. Ana María Otero · May 1, 2018

    Qué tiempos aquellos… 😉

    Le gusta a 1 persona

  9. Estrella RF · May 1, 2018

    En mi infancia todavía no existían los parques infantiles, al menos en mi pueblo, lo más era bajar por la cuesta que llevaba a la iglesia en un una especie de balsa de madera en verano y directamente sobre la nieve en invierno. Pero ahora a cualquier sitio que voy con mi nieto de cinco años, Iker, tengo que buscar el parque de turno y se ve de todo, pero aún no he visto esos tan modernos que dices… Sigue habiendo el tobogán con el hoyo en la base que se llena de agua cuando llueve, los columpios que se tuercen, las barras oxidadas. La verdad es que, al menos por aquí, están bastante abandonados.
    Me ha gustado mucho esa nostalgia de la infancia que a todos nos invade de vez en cuando.
    Un abrazo.

    Le gusta a 1 persona

Deja un comentario