Un día de furia

Paco, entiendo que estés estresado: las carreras de ayer a última hora para encontrar uno de esos malditos muñecos de Yo-Kai Watch que estaban agotadísimos (¿no tendríamos que ir a terapia, Paco? No es normal que todos los años acabemos corriendo por la ciudad como si estuviéramos locos. ¿Cómo lo hará la gente?¿Seremos capaces de conseguir comprar los regalos antes del día 5 el año que viene? Qui lo sà, Paco, qui lo sà). Después, en la Cabalgata, la pugna con aquella anciana acaparadora de caramelos por un Sugus de los azules. Y al llegar a casa, tener que bajar al maletero a por todos los regalos, y tener que envolverlos a las dos de la mañana porque los nenes no había manera de que se durmieran, de lo nerviosos que estaban  (aún recuerdo cómo te empezó a temblar el párpado cuando Paquito dijo que se iba a tirar la noche sin dormir para preguntarle personalmente a Baltasar el logaritmo que aplican SSMM a la hora de asignar regalos en función del comportamiento, y que si hacían una media ponderada o tenían más peso en su decisión los días cercanos a la fecha del reparto. Sí, es lo que tiene, tener un hijo superdotado) y, por si fuera poco, descubrir que no hay bastante papel de envolver y tener que terminar la faena con las páginas salmón del periódico…

Sí Paco, te comprendo y empatizo contigo, no te creas. Como cuando al ver que el dron con cámara, bluetooh, wifi y batería de Plutonio —a partir de ahora, el dron del Averno— que había pedido Manolito, venía enganchado a la caja con tal cantidad de alambres, bridas, gomas y amarres, que a ti te ha embargado la desesperación, y al tratar de abrirlo a dentelladas se te ha saltado un empaste y roto dos puentes. Ahí, me has dado mucha pena, Paco.

Y oye, cuando te has encontrado ese cable con nudo marinero que impedía sacar al maldito monigote de la serie a la que están enganchados nuestros hijos, de su caja de seguridad, (como si en lugar de un muñeco de plástico, fuera el diamante Svarikoff de la Gran Duquesa), incluso te he acompañado a pedirle al vecino del 5°, el que trabaja en la fábrica siderúrgica, la máquina láser que emplea para cortar las planchas de acero, y las gafas opacas, para intentar destruirlo.

Y hemos llorado juntos, Paco, al comprobar que el robot que hace exactamente lo mismo que un Tamagotchi, pero es 167 veces más caro, venía sin las pilas -¿cómo no se nos ocurrió comprar pilas, Paco? Menos mal que las del mando a distancia son del mismo tamaño, eso sí, Manolito ya ha preguntado por qué todos los años el día de reyes se estropea el mando a distancia, qué observador es nuestro Manolito- y que para poder ponerlas, había que desenroscar tornillos de varios tamaños y formas y que para poder ponerlas en su habitáculo, había que emplear destornilladores y llaves Allen…

Pero oye, lo que no me parece ni medio normal es que, después de conseguir vencer todos estos obstáculos, hayas terminado cargándote el espíritu de la Navidad y traumatizando a tus hijos tirando todos sus juguetes por el balcón, sólo porque han preferido ponerse a jugar con las cajas de cartón, los cables de los embalajes, y el papel de regalo.

Un comentario

  1. Susana Molina · enero 7, 2017

    Me has hecho reír! Bravo

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