Los achaques de doña Marujita López

A doña Marujita López le dolía la pesícula, la reumatosis, las rodillas, el esmótago, los huesos y el corazón. Su marido, los médicos, las enfermeras y las cajeras del Mercadona, la comprendían, y se interesaban por ella, y las vecinas pasaban por su casa a ver cómo le iba, y la mimaban, le traían bombones, y mientras tomaban café, le reñían con cariño por hacer las labores del hogar con todo lo que llevaba encima, y la ayudaban con la comida, la colada y la limpieza, y le proponían remedios estrambóticos e infalibles que la hacían sonreir, porque a Marujita lo que más le aliviaba era orar. Por eso, todos los dias, doña Marujita López caminaba trabajosamente hasta la iglesia más cercana y le rezaba a la virgen, a los santos, a los ángeles, a los arcágeles, y hasta a Adán y Eva. Eso sí, después del Padre Nuestro, el Ave María, el Credo, la Salve y el Yo Confieso, doña Marujita López, hablaba directamente con Dios, y entonces le pedía, le rogaba, le imploraba y suplicaba siempre lo mismo: salud para todos (menos para ella).

Deja un comentario