El monstruo de corazones

Esta mañana Diego ha insistido en que fuera yo el primero en sentarme frente al portátil. ‘Qué raro’, he pensado, por lo general me toca en el segundo, en el tercero, o directamente en uno de los turnos más divertidos:

– el no turno

– el turno ‘sí pero no’

– el turno ‘teoría de la relatividad’, donde el tiempo transcurre de modo distinto para mi hijo, que para mí y donde cinco segundos en su planeta pueden ser, perfectamente, 40 minutos de los de la Tierra.

Si le preguntáis a mi mujer os dirá que ese turno lo sufre ella precisamente cuando estoy yo en el ordenador, aunque ella lo llama el turno ‘un segundito, y voy’. Qué exagerada.

Pero no, hoy Diego me ha guiado él mismo hasta el ordenador y se ha quedado muy calladito y parado a mi lado, a la espera de que yo levantara la pantalla… Y entonces, ha ocurrido: encima del teclado ha aparecido mi regalo del Día del padre.

A ver, tengo que reconocer que, a pesar de tener una mente abierta, al pronto no entendí muy bien el concepto del dibujo, así que le pregunté directamente:

YO: ¡¡Qué bonito Diego!!… Ehmmmm. ¿Qué es?.
DIEGO: Pues un monstruo de corazones, papá ( ¿¿¿pero hombre, no es obvio???)
YO: ¿Y qué es eso que lleva en la mano? ¿Un arma de destruccion masiva?
DIEGO: No lo sé.

Y yo me quedo un poco loco, porque lo ha dibujado él mismo, y aún así no sabe lo que es. Pero bueno, así son los artistas. Su arte, ha trascendido su ser y se ha ejecutado automáticamente en el papel, como un pintor bohemio hasta las cejas de absenta.

Un ‘monstruo de corazones’. Oye, pues como concepto es bonito, pero si no fuera por los mensajes claros de amor paternifilial que ha plasmado en el papel con profusión de signos de exclamación, tú lo miras bien y perfectamente podría tratarse un Invizimal o un Zombling a punto de arrearte un zurriagazo con su chisme mortífero para luego comerte las entrañas. En plan Saturno devorando sus hijos, pero al revés. Y hombre, también hay que reconocer que mucho tiempo en su ejecución tampoco es que haya invertido, pero bueno, esos tres minutos que ha estado dibujando su monstruo de corazones con su chisme que no sabemos lo que es porque como ya hemos estado comentando, el arte trasciende la razón, ha estado pensando en mí y no en el Minecraft.

Y donde vosotros veis unos garabatos, yo veo una obra de arte de valor incalculable, que no se puede comprar ni vender, porque las obras que se guardan en el museo del corazón no tienen precio.

Lo sé, lo sé, esto último ha sido tan cursi que seguramente haya provocado que todos los unicornios alados del país de la piruleta estén vomitando arco iris como locos. Pero estas cosas a mí, qué queréis que os diga, me dan la vida y voy a guardar ese dibujo como lo que es: un tesoro.

6 comentarios

  1. María · marzo 20, 2015

    Tú lo has dicho, un tesoro!!!
    Un abracete y buen finde…

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  2. Antonio Toribios García · marzo 21, 2015

    Estas cosas son impagables, no lo dudes. Todavía tengo yo una cajita sorpresa de artesanía que me hizo mi hija hace varios años.

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  3. Daniel Centeno · marzo 22, 2015

    Me pregunto qué diría un psicoanalista sobre aquello que tú interpretaste como un arma en su dibujo jajaja. A mí me pareció que otra bestia, más pequeñita, tomada de la mano de la criatura grande hecha de corazones. Vamos, retrato padre-hijo, muy bello y bestial. Muy buen dibujo y muy lindo detalle. Sí, hoy que los niños se den tiempo de pensar en uno como «adulto» es casi como para celebrarlo con bombo y platillo.
    Un saludo.

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    • Tavilac · marzo 23, 2015

      ¡Jajajaja! Es que como me dijo que era un monstruo… Pues claro, me tiré por la vertiente destructora. Visto lo visto, espero que no me hagan nunca el test de las manchas, o igual me encierran 😀 !Muchas gracias por tu amable comentario Daniel! Un saludo y nos vamos leyendo

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  4. Eme Hache · abril 10, 2015

    Aún recuerdo cuando hice mi primer regalo del día de la madre y la gran cara de (indiferencia) mi madre, era una tarjeta que hicimos en el cole (yo tenia 7 u 8 años), que solo consistia en una cartulina abierta y un corazón delante, en el que los alumnos nos ponían un dibujo y nosotros teniamos que dibujarlo fielmente. Era un ramo de flores abigarrado, a mi me quedo como un ramo de matojos del monte, pero oye, le puse ilusión y a mi me gustaba, me sentía super orgullosa de ese pequeño logro y cuando se lo entregué a mi madre puso la misma cara que si le hubiera entregado las notas. (si, no fui buena estudiante hasta los 25, cosas que pasan). Así que la aparcó de manera accidental en un cajón de un mueble. Así que yo la recogí y me guardé mi pequeña obra de arte, todas las cosas que tengo de mi infancia son porque yo las atesoré, mis pequeños méritos. (hey, como mis notas de quinto, me felicitaron y todo!).

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  5. Las tejas rojas · marzo 19, 2016

    Y no lo pierdas nunca (el tesoro) que cuando se hacen mayores es una gozada volverá mirar esos tesoros.

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